Se cumple un año de la absurda guerra en Ucrania y es notable la forma como ha contribuido a consolidar al régimen autoritario de Vladimir Putin, aunque ello no es tan cierto desde el punto de vista de la política exterior. Rusia se está convirtiendo en un "Estado paria" ante el mundo al haberse embarcado sin provocación ni necesidad en una guerra ilegal. Pero a nivel interno la invasión fortalece el giro autoritario iniciado por Putin en los años 2011-2012, tras verificarse - ese invierno- multitudinarias protestas en contra del fraude electoral y de su retorno a la presidencia tras el solitario mandato de Dmitri Medvedev. Estas protestas fueron severamente reprimidas, muchos manifestantes fueron condenados a penas de prisión, la oposición política empezó a ser estrangulada y los medios de comunicación comenzaron a ser censurados sistemáticamente. Desde entonces, la situación solo ha empeorado con constantes fraudes electorales y una creciente persecución a los disidentes la cual no excluye el asesinato (como sucedió con Boris Nemtsov) y el intento de envenenamiento (el caso de Alexei Navalny).
Ya antes de la pandemia la legitimidad de este dominio autoritario era cada vez más cuestionada. Las autoridades rusas no podían garantizar a la población un bienestar económico suficiente y constante, el desempeño del PIB era mediocre, la economía distaba mucho de ser competitiva, el retraso tecnológico se acumulaba y la mayoría de la riqueza provenía de los recursos naturales. El putinismo solo podía ofrecer una supuesta "ideología" basada en la homofobia, la xenofobia, los principios de la religión ortodoxa y el fetichismo de un "pasado glorioso" mientras campeaba a su gusto el poder incontrolado de una élite corrupta. Por eso la guerra contra el enemigo externo le cayó, como diría alguien por ahí, como "anillo al dedo" al presidente ruso. Nada como un conflicto militar y la abrumadora apelación al patriotismo para obstaculizar y marginar a los disidentes y censurar con el mayor encono a los medios de comunicación
Incluso para algunos círculos putinistas una guerra rápida y victoriosa o hubiese sido menos conveniente. Ahora, con el conflicto estancado, se multiplican los argumentos para incrementar la represión y eliminar el "peligro" de la alternancia. Y aunque el autoritarismo ha generado errores tácticos en el frente y un número importante de bajas propias debido a la rigidez del sistema de mando, la guerra le ha permitido a Vladimir Putin no solo reforzar su dominio, sino también imbuir a la sociedad rusa en su paranoia, en su mentalidad imperialista, en su eslavofilia exacerbada y sus "valores tradicionales" libres de la influencia occidental.
Todo lo contario sucede en Ucrania. Como escribió la periodista ucraniana Nataliya Gumenyuk en un ensayo de Foreign Affairs, la invasión ha impulsado la gobernabilidad democrática y despertado a la sociedad civil: "Desde el fracaso del ataque inicial los ucranianos tienen expectativas mucho más altas para el Estado". Ucrania se había estado moviendo de manera decisiva políticamente hacia Occidente y eso es una grave derrota para Putin, quien considera amenazante para su dictadura la vigencia de una democracia en un país tan cercano geográfica y culturalmente. Precisamente ese fue el verdadero motivo de la invasión, no la ampliación de la OTAN. Putin ataca a Ucrania porque quiere imponer en todas las ex repúblicas soviéticas a dictadores impresentables del tipo de Lukashenko, títeres incondicionales dedicados a evitar en el entorno ruso el florecimiento de regímenes democráticos capaces de poner "malos ejemplos" a los súbditos del Kremlin.
Pedro Arturo Aguirre
Publicado en la columna Homnbres Fuertes y El Economista
1 marzo 2023