¿Qué cosa es la Anarquía? En nombre de su ideal supremo, la libertad, el pensamiento anárquico ha sido, por naturaleza, rebelde a cualquier intento de definición generalizadora. La anarquía jamás constituyó un movimiento político homogéneo y disciplinado. Se trataría, en todo caso, de el apego irrestricto a la libertad por la construcción de condiciones de vida completamente libres de vínculos y montajes gubernativos. Por mucho tiempo el anarquismo fue considerado como un término negativo, de signo esencialmente nihilista y violento. Anarquía para muchos equivalía a desorden, inmoralidad, ilegalidad y conspiraciones. Sin embargo, se trata de una sólida estructura ideológica que desde mediados del siglo XIX empezaron a postular pensadores como Pierre Joseph Proudhon, Mijail Bakunin y Piotr Kropotkin
En términos generales y muy arbitrarios, podemos hablar de dos grandes ramas del pensamiento anarquista: la colectivista o anarcocomunista y la individualista.
La colectivista postula una utopía social donde no exista gobierno basada en la solidaridad y la cooperación. Algunos de sus principales exponentes son Proudhon, Kropotkin, Tolstoi, William Godwin, Malatesta, Bakunin y Proudhon, así como movimiento anarcosindicalista español.
Pero una segunda rama es ferozmente individualista y renuncia a cualquier andamiaje utopista, postulando la fe suprema en el individuo y su voluntad. Algunos de los principales exponentes de este son Max Stirner, Emile Armand, Lysander Spooner, Zo d Axa, Emile Armand, Lysander Spooner, Henry David Thoreau, Josiah Warren Benjamin Tucker y Herbert Spencer. Esta filosofía ha influido notablemente en la obra de personajes como Schopenhauer, Nietzsche, Camus, Borges, Wilde, entre muchos otros.
El anarcoindividualismo supone una defensa irreductible de la libertad individual guiada por la afirmación de que cada personalidad tiene un valor único, insustituible, cuya expansión no debe verse limitada por ninguna frontera externa. Las diferentes doctrinas religiosas, políticas o económicas han hecho del individuo una pieza más de un engranaje, marginando el valor personal por sí mismo. En las diferentes sociedades, la mayoría de los hombres se conforman con ser determinados por el medio: el anarcoindividualista, en cambio, se esfuerza en determinarse por sí mismo.
La tendencia libertaria suscita en los individuos el mayor conocimiento propio en el más estricto sentido empírico. Por ello abraza al antiautoritarismo en los diferentes ámbitos del ser humano: ético, intelectual, artístico, social, económico, etc. Es difícil encontrar en otras ideologías, supuestamente emancipadoras (socialismo, comunismo e incluso algunos anarquismos “comunitarios”) respuestas a las necesidades que se desprenden de la defensa del individuo. Por eso si la consecución de la libertad es el objetivo de todo anarquista en su lucha contra todo tipo de autoridad u opresión, parece que la única manera de conseguirlo es a través del anarcoindividualismo.
En el siglo XXI el anarquismo, que muchos suponían enterrado o descartado como un utopismo inútil, adquiere nueva presencia y fuerza. Muchos de los movimientos ecologistas, pacifistas, feministas, antipolíticos, y antiglobalizadores tienen un perfil anarcocolectivista, mientras que los enfoques anarcoindividualistas han influido considerablemente los modernos postestructuralistas como Foucault, Lacan, Deleuze y Derrida, así como en los llamados “libertarios” y “anarcocapitalistas”.
Fue Max Stirner el primer gran teórico del anarquismo individualista. En su obra “El único y su propiedad” Stirner consideró que el hombre era centro de toda reflexión y aún de toda realidad, pero no el hombre en general, ni como representante de la Humanidad abstracta, sino del individuo, de “mí mismo” en cuanto “yo” único. El “Único” de Stirner existe absolutamente y es previo a toda exterioridad, tanto de la formada por el espíritu objetivo, como de la constituida por los “yos” ajenos. Sólo en la absoluta independencia del “Único”, libre de toda coacción, se encuentra la posibilidad de unirse libremente con los “Únicos” ajenos. Con el llamado “prójimo”. De esta manera, es posible conseguir la libertad auténtica, convertir la unión forzada en unión libre, y la universalidad de la idea en universalidad de la unicidad.
Stirner consideraba que el hombre debe fundar sobre sí mismo su causa, rechazando causas superiores o voluntades ajenas, aunque invocasen su propio bien. Cabe constatar la vitalidad que ha seguido teniendo la obra de Stirner, manifestando la importancia de su obra en la gran influencia que siempre ha despertado entre anarcoindividualistas como Renzo Novatore, Bruno Filippi, Giuseppe Ciancabilla, Albert Libertad y, a través de la obra de Nietzsche en tantos otros filósofos y literatos como Sartre, Albert Camus, Hamsun y Oscar Wilde. En la actualidad Hakim Bey, Bob Black, John Zerzan, Jason McQuinn y Wolfi Landstreicher, reconocen ser influidos por la obra de Stirner.
Otro destacadísimo exponente del ideal anarcoindividualista lo fue el francés Zo D’Daxa. Para D’Axa el anarquista es un individuo sin ninguna fe salvadora tras de sí. La sociedad le disgusta. No se hace ilusión alguna con el futuro. No tiene sentido vivir para un paraíso cuyo advenimiento será eternamente aplazado. El verdadero anarquista es escéptico por naturaleza, por eso no milita en organización o grupo de ninguna clase y desde el momento en que empieza a hacerlo pierde su sentido como hombre libertario y se convierte en un seguidor más. Es, antes que nada, un individualista que se concentra solamente en la batalla inmediata de una guerra que nunca termina y jamás se presenta en los mismos términos, porque los enemigos puestos enfrente siempre varían.
También las mujeres destacan en el pensamiento anarcoindividualista, como Emma Goldman o Voltairine de Cleyre, quienes fundamentan sus respectivos discursos en los principios de libertad individual, asociación libre, rechazo del matrimonio y la familia, cooperación voluntaria y eliminación del género. en un tiempo cuando el movimiento de liberación femenina dominante se preguntaba sólo por el derecho de votar y raramente desafiaba el statu quo, De Cleyre y Goldman exigieron el fin de los roles sexuales, la independencia económica de las mujeres, la autonomía dentro o fuera del matrimonio y ofrecieron una crítica radical del papel de la iglesia y el Estado en la opresión de la mujer.
Otro preclaro divulgador del pensamiento stirnerista fue el francés Emile Armand con gran preocupación por las cuestiones sexuales, las cuáles asociaba a la liberación individual. Describe al anarquismo individualista como una corriente que se inscribe dentro del anarquismo pero que debe ser entendida como una filosofía personal y no social. Lejos de buscar una teoría que ayude a construir ese ideal mundo mejor para el conjunto de la sociedad, Armand propone una ética que busque la felicidad personal por encima del bien colectivo, si bien teniendo como premisa el que los actos individuales no perjudiquen jamás a otro ser humano.
El autor propone al anarquista individualista como un ser que se caracteriza por ser “escultor de sí mismo”. Y el primer paso para serlo es dejar a un lado el deseo de “figurar”, de aparentar aquello que no se es (un mal social que aún pervive en nuestro tiempo), para dejar paso al afán de “ser”. Este afán dará como resultado un individuo que vive de manera responsable, independiente y en pugna constante con los artificios con los que la sociedad busca esclavizarle.
Mención aparte merece la trascendental tradición anarcoindividualista (que algunos denominan “liberalismo radical” o “libertarismo”) norteamericana con un fuerte substrato individualista y antiestatista que abogaba por una ética social en la que no se debía transgredir las fronteras de la libertad ajena. Resultan inmensamente importantes sus intentos de establecer conexiones entre las tradiciones culturales de su país, la consolidación conceptual del anarquismo europeo y la filosofía individualista. Sus principales exponentes Henry David Thoreau, Josiah Warren, Benjamín Tucker y Lysander Spooner. Su influencia es palpable en los trabajos de miniarquistas y anarcocapitalistas como Ayn Rand, Jeffrey Tucker, Hans Hoppe y Murray Rothbard
El anarcoindividualismo ha sido criticado por los colectivistas, quienes defienden la idea de que en sociedad ésta la única forma de alcanzar el bien común. A los anarcocolectivistas la apología del individuo despierta encono a causa de su propia incapacidad para concebir una sociedad sin estructuras de dependencia. Desde este “determinismo social” aristotélico, los presuntos anarquistas “clásicos” terminan por reconocer a la sociedad como un “ente” a defender por encima de los individuos que la forman. Pero para el anarcoindividualismo no puede existir un “bien común”. Su esencia es entender que las necesidades de los individuos no son siempre las mismas y estas no concuerdan necesariamente con las necesidades del grupo. Cuando ello sucede viene la coerción. Por eso “Sociedad” es ese fantasma instituido para crear y mantener a las relaciones jerárquicas e imposibilitar el desarrollo de los individuos de forma independiente.
Los argumentos de los anarcocolectivistas para rechazar el enfoque del anarcoindividualismo en su comprensión del anarquismo se basan principalmente en dogmas socialistas y comunistas para garantizar el cumplimiento del “bien común”. Así, surgen los apotegmas socioeconómicos del sacrificio en aras de un pretendido “bienestar general”. Se privilegia el valor superior de lo colectivo sobre la libertad del individuo. El anarcosindicalismo, el anarcocomunismo y otras escuelas más imponen un ideal igualitario que destaca a la comunidad sobre el individuo, pero siempre termina haciéndolo directamente con la implantación de Estado autoritario.
En el curso del advenimiento individualista destacan el proyecto liberal y el proyecto libertario, ambas corrientes individualistas opuestas, en general, a ese “determinismo social” en el que se caracterizaban las sociedades premodernas. Todo colectivismo es una añoranza premoderna, enemiga de las escuelas emancipatorias que nacen con la Ilustración y delimitan la modernidad como una revolución del pensamiento en la que la sociedad ya no es quien determina al individuo, sino el individuo determina la sociedad.
También el anarcoindividualismo ha sido criticado como una forma de indiferencia hacía los temas que afectan a la humanidad (pobreza, guerras, crisis económicas, hambrunas, etc.) y postula un egoísmo puro quizá útil para enmarcar un a muy particular y snobista “estilo de vida” o soñar con una utopía de ermitaños. Pero se trata de una filosofía que al rechazar toda imposición social o ideológica que coarte la potencia individual garantiza, paradójicamente, un base y mecánica social más apta, integrada por individuos genuinamente íntegros, conscientes y solidarios.
El individualismo anarquista siempre ha imaginado el funcionamiento social mediante el modelo mutualista o la asociación voluntaria entre individuos, Se habla de “uniones de egoístas” o como lo precisan tanto E. Armand como Hakim Bey “grupos de afinidad”. Los genuinos individualistas, al rechazar toda imposición social o ideológica que coarte su libertad, garantizan mejor el sustento de una genuina sociedad libre, no una demencial “sociedad de ermitaños aislados entre sí”, sino como paradigma mutualista de asociación voluntaria. Stirner proponía en ese sentido la constitución de “uniones de egoístas” formadas por individuos libres para colaborar y crear, sin que se volviese necesaria su permanencia en el tiempo.
Anarcoindividualismo no sinónimo de sociopatía o aversión social, más bien es un sistema de interacción social compatible con la autonomía del individuo, estructurada sobre el vigor de lo que muchos denominan “egoísmo stirneriano”. El anarcoindividualismo ha sido centro de constante malentendido por el desconocimiento o conocimiento superficial de los que critican sin conocer sus fundamentos el individualismo libertario (diferente al individualismo liberal), llevándolos a confundir siempre en grave error “egoísmo” y “egocentrismo”, que pretende situar al ego como centro de dominación, no como un Único sino como un señor, como un dueño, como un amo anulador de individualidades.
En este sentido, muchos señalan como un mal de nuestro tiempo el excesivo individualismo resultado del consumismo capitalista y de formas impuestas de egoísmo extremos. También muchos confunden constantemente al anarcoindividualismo con la vertiente más extrema del liberalismo en la tradición anglosajona (libertarios y anarcocapitalistas). Pero este concepto limitado de individualismo es incompatible con la idea del individualismo integral y armónico de los genuinos pensadores anarcoindividualistas. El individualismo de los anarcocapitalistas desemboca irremediablemente en un “individualismo dominante”, que recrea un sistema económico de dominación corporativo. Por eso, en los verdaderos fundamentos del individuo anarquista, de la libertad y el autoritarismo, todo anarquista se sentiría necesariamente impelido a denominarse a sí mismo anarcoindividualista y a entonar de modo reflejo aquella máxima individualista stirneriana: “nadie puede encadenar mi voluntad, y yo siempre seré libre de rebelarme”.
Son los anarcocolectivistas y los anarcocapitalistas los que terminan por traicionar la idea del no-Estado, ya que sus supuestos ideológicos terminarían indefectiblemente por apelar a una autoridad coercitiva: los primeros para garantizar que toda propiedad sea “pública” y los segundos para hacer que el corporativismo empresarial que ellos pregonan funcione.
No es tan sencillo resolver el problema de la propiedad en el anarquismo, como Proudhon, Bakunin y hasta Kropotkin lo reconocieron en su día. Por eso la aportación de Stirner respecto al tema es tan importante. La única anarquía posible es la que pasa por la realización individual, y ello incluye la propiedad y el derecho a explotar el trabajo propio.
El anarquismo individualista se concibe como una praxis cotidiana: sin aguardar a que en un futuro incierto el mundo cambie por sí solo, asume conciencia de sí mismo como una fuerza generadora de cambio. Con el valor supremo de la libertad sobre lo utilitario, crítica a la masa, con su razón como arma para recapacitar de forma crítica sobre las cosas del mundo, sacar sus propias conclusiones y actuar en consecuencia.
El anarquista individualista procura realización y felicidad siempre al aumentar su libertad personal sin perjuicio de nadie, y también funcionará como una herramienta que favorezca, en lo posible, a la eliminación de un sistema de dominación abyecto. El anarcoindividualismo se define por un combate constante contra lo establecido, con una filosofía escéptica pero no cínica; independiente, pero no neutral; racional, pero no dogmáticamente racionalista.
La lucha anarcoindividualista se orienta a suprimir toda forma de opresión que se interponga en el florecimiento del individuo autónomo mediante la reflexión de una individualidad anule los frenos que operan contra su independencia e integridad, tales como Estado, educación, moral, religión, trabajo alienante, géneros, etc. Todas las ideas son cuestionadas y criticadas antes de asumirlas y jamás como dogma, sino preservadas a permanentemente cuestionamiento y autocrítica. Sin consagrar ni pontificar. La meta es liberar al individuo único de la educación y el vasallaje impuesto desde la infancia. Llegar a ser el “niño” del que habla Nietzsche, ese es el devenir revolucionario de todo individuo anarquista.
*Texto de la conferencia impartida dentro del ciclo" Posmodernidad y Anarquismo", agosto-octubre de 2017