A mediados de julio falleció Nguyen Phu Trong, líder máximo de Vietnam, quien aunque asumió altos cargos relativamente tarde en su vida logró impactar significativamente la historia contemporánea su país. Personalizó el ejercicio del poder de una forma no vista desde hacía décadas en Vietnam, debilitando el sistema de toma de decisiones basado en el consenso dentro de la cúpula del Partido Comunista que prevalecía desde mediados de los años ochenta; lanzó una batalla anticorrupción (que también le permitió purgar a sus opositores políticos); reprimió la disidencia popular; adoptó una política exterior más audaz y reforzó la influencia del ejército. Es casi seguro que la mayoría de estos enfoques serán adoptados por su sucesor. De hecho, los cambios de la era Trong hacen posible que el próximo líder de Vietnam ejerza facultades casi dictatoriales. Sin embargo, esto podría alimentar la creciente ira popular contra el gobierno del Partido Comunista. Vietnam se ha convertido en una de las principales potencias del Sudeste Asiático donde las grandes empresas ven una buena opción para trasladar sus fábricas desde China, pero también es un país donde las crecientes clases medias demandan más democracia y mayores espacios de desarrollo personal.
La historia de como Vietnam se convirtió en un nuevo “tigre económico” asiático es fascennte. Cuando la guerra terminó su economía era una de las más pobres del mundo. A mediados de la década de 1980 el PIB per cápita estaba estancado entre 200 y 300 dólares. Pero entonces todo cambió. En 1986, el gobierno introdujo una estrategia llamada “Doi Moi”, una serie de reformas económicas liberalizadores que llevó al país a convertirse en una “economía de mercado de orientación socialista”, muy al estilo de China. Actualmente Viet Nam es una de las estrellas del universo de los mercados emergentes. Su índice de crecimiento económico anual rivaliza con el de China. Entre los activos más importantes de este país se cuentan: posición geográfica estratégica, estabilidad política, enormes recursos naturales inexplorados, reservas mineras, mano de obra altamente capacitada y una base agrícola en plena expansión.
Para llegar a esto los vietnamitas superaron una serie de difíciles avatares, tales como haber derrotado en el campo de batalla a dos de las principales potencias militares y económicas del orbe: Francia y Estados Unidos. Convertido en un auténtico “David” indochino, Vietnam no deja de tener para la imaginación humana el encanto que poseen las entidades débiles cuando enfrentan y vencen a rivales notoriamente más poderosos. Tras la guerra la nación se encontraba derruida. Aproximadamente el 16 por ciento de la población había perecido, el 57 por ciento había quedado sin casa y miles de ciudadanos se encontraban incapacitados para el resto de sus vidas como consecuencia de sus heridas. La industria nacional prácticamente había dejado de existir, mientras que en el campo la producción de alimentos disminuía drásticamente. Por si fuera poco, enfrentaba un creciente aislamiento internacional. Estados Unidos decretó un bloqueo comercial y económico, las naciones de la ASEAN cerraban sus puertas al vecino comunista (el cual sólo les provocaba un profundo temor) y la misma China Popular no veía con buenos ojos a un país abiertamente simpatizante de la Unión Soviética.
Para colmo, los gobernantes comunistas de la época eran demasiado ortodoxos. En los setenta Vietnam se embarcó en varias aventuras económicas y militares que le resultaron sumamente costosas. Intentó infructuosamente reconstruirse bajo esquemas comunistas. Solo se logró provocar un éxodo masivo con cientos de miles de vietnamitas optaron por huir en masa del país. Para principios de 1990 el panorama se presentaba negro para el otrora heroico Vietnam. Pero entonces llegó al poder el reformista Vo Van Kiet, quien lanzó una serie de iniciativas encaminadas a reconciliar a Vietnam con Occidente y a poner las bases de una nueva política económica, la cual abandonaría la ortodoxia comunista. Se redactó una nueva Constitución (1992) donde si bien se seguía enfatizando el monopolio del poder del Partido Comunista, también se estipulaba su obligación de sujetarse a la ley. Las instituciones políticas y administrativas serían reforzadas. El legislativo recaería en una Asamblea Nacional cuyas facultades serían ampliadas. El primer ministro, encargado principal de la marcha del gobierno, sería responsable ante el parlamento. Asimismo, se establecería el cargo de presidente de la República. De esta forma, se buscaba trasladar el dominio del proceso de toma de decisiones del Partido Comunista a un nuevo andamiaje gubernamental
Aunque la Constitución confirma el carácter socialista del Estado, también establece “nuevas reglas” que permiten formas de propiedad privada tanto en la industria como en el campo y garantizan la protección a la inversión extranjera. Básicamente, la estrategia de Vietnam no difirió mucho de la adoptada por otras naciones de nueva industrilización asiáticas: convertirse en un país que ofrezca a los inversionistas extranjeros mano de obra barata y estabilidad política asegurada. Una vez lograda la reforma institucional e iniciadas las transformaciones económicas, los resultados no dilataron demasiado en aparecer. La inversión extranjera, sobre todo la proveniente de las naciones con economías en auge de la región Asia-Pacífico, arribaron en cantidades considerables. Asimismo, en 1994 Hanoi logró dos importantes éxitos en materia exterior, los cuales repercutieron positivamente en el desarrollo económico del país: la reconciliación oficial con China Popular y el fin de las sanciones norteamericanas.
En el transcurso de unos cuantos años una nación arruinada por la guerra, aislada del mundo y azotada por la hambruna fue capaz de reconstruirse a si misma. Ante el colapso del socialismo en Europa del Este y la desintegración de la Unión Soviética, los líderes vietnamitas demostraron tener la suficiente voluntad política y pragmatismo para realizar cambios graduales hacia una economía de mercado. Este proceso de transición fue reforzada por una diplomacia práctica y eficiente, la cual permitió a Vietnam dejar de ser una nación aislada y reintegrarse plenamente a una sana convivencia internacional. Pero en Vietnam se mantiene un sistema político totalitario controlado por el Partido Comunista. El desarrollo económico y mayor bienestar material no han estado acompañados por una mayor democratización de la sociedad, una tendencia que lejos de ser revertida durante el mandato del fallecido hombre fuerte Nguyen Phu Trong fue agudizada. Además del déficit democrático, la sociedad vietnamita enfrenta otra serie de problemas institucionales, entre los que destacan los altos niveles de corrupción, excesiva discrecionalidad en manos de las autoridades locales en la aprobación de proyectos de inversión, subsistencia de obstáculos para el desarrollo de los negocios, así como un escaso grado de libertad económica, debido al mantenimiento de diversos mecanismos de control gubernamental. Todo esto no solo significa menos libertad para los vietnamitas, sino que también representa una eventual amenaza para el desarrollo económico del país.
Pedro Arturo Aguirre
Publicado en Etcétera
17 ago 24