Donald Trump y Boris Johnson son como Tweedledee y Tweedledum, los gemelos de Alicia en el País de las Maravillas. Tienen en común sus colosales egos, su amor al poder y al dinero, su hábito de mentir de forma compulsiva, su paranoia, su cinismo, sus vínculos con personajes sombríos, su capacidad de manipulación de los medios, su fanfarronería, su vulgaridad, su necesidad constante de llamar la atención, incluso sus relaciones depredadoras con mujeres. Ambos tienen un fuerte sentido de victimización y son incapaces de asumir responsabilidad alguna de sus transgresiones y errores. Han sido similares en estas y en muchas cosas más, pero las semejanzas ya se acabaron, vean ustedes si no: mientras Boris es objeto de una amplia reprobación pública en el Reino Unido tras la aprobación en el Parlamento de una resolución condenatoria por haber mentido sobre las fiestas en el 10 de Downing Street durante la pandemia, la popularidad de Donald se mantiene en más de 50 por ciento entre del electorado republicano pese a haber sido imputado en un tribunal federal por los cargos de retención de documentos confidenciales y obstrucción a la justicia.
¿Por qué Trump mantiene su "efecto teflón" y Johnson lo ha perdido? Las diferencias entre las culturas políticas entre ambos países son, obviamente, una razón importante. Pero más relevante es el grado de polarización social prevaleciente en cada caso. En Estados Unidos se han alineado con las tradicionales identidades partidistas aspectos de "guerra cultural" como las cuestiones raciales y religiosas, lo cual ha sido un poderoso impulsor de la polarización. Desde el inicio de su carrera política Trump ha sabido explotar muy bien esta situación. En el Reino Unido, Boris ha sido también ha sabido explotar este factor, sobre todo con su campaña del Brexit, pero entre los británicos la polarización no ha llegado aún a extremos porque temas como los de raza y religión influyen de manera muy diferente dentro de una sociedad mucho más secular. Además, el Reino Unido también tiene la válvula de seguridad de los terceros partidos, como los demócratas liberales, los nacionalistas escoceses, los verdes y otros a quienes los votantes descontentos pueden recurrir a manera de protesta o deshago.
La mayoría de los políticos y votantes conservadores están genuinamente consternados por el comportamiento de Johnson. El reporte aprobado por el Parlamento detalla seis eventos transgresores realizados en las oficinas y la residencia del primer ministro y remarca: "El ex premier socavó el proceso de indagación al inducir deliberadamente a error a la junta de investigadores, violar la confianza, impugnar al comité y, por lo tanto, quebrantar el proceso democrático de la Cámara". Difícilmente sobrevivirá su carrera política, sobre todo porque la respuesta de Boris fue, como es costumbre con él, de una gran altanería "El establishment se quiere vengar de mi por el Brexit" declaró ufano. Mantiene así la narrativa del martirio, como también lo hace Donald Trump en relación al caso de los documentos encontrados en Mar-a-Lago, pero desafortunadamente para él las encuestas reflejan el fracaso de la estrategia: Johnson gana el apoyo de solo entre el 15 y el 18 por ciento de la población. Muy diferente es la situación de Trump en Estados Unidos, donde un 40 por ciento del electorado general lo respalda.
Según algunos analistas, Trump casi se ha convertido en una forma de identidad para la mayoría de los republicanos. Si lo respaldas entonces te enfrentas a los liberales, al wokismo, a la izquierda radical y a "todo lo malo en la sociedad". Boris jamás ha logrado algo tan totémico. Los conservadores británicos cumplieron con su deber para con la verdad y la decencia. Los republicanos estadounidenses jamás se atreverán a hacerlo, ni porque las ofensas del expresidente son mucho más ruinosas para la democracia que las mentirijillas de Johnson. Tenemos así a dos políticos muy parecidos, pero dentro de dos contextos muy diferentes.
Pedro Arturo Aguirre
Publicado en la columna Hombres Fuertes y El Economista
21 junio 2023
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