Payaso, prestidigitador, primer ministro de cabaret, verdulero, incompetente, vulgar, autoritario, incapaz, analfabeto, mitómano y -sobre todo- cínico. Todas estas cosas y muchas más se dijeron sobre Silvio Berlusconi, quien falleció hace algunos días víctima de leucemia. Este magnífico tramposo fue el hombre más rico del Italia, su jefe de gobierno con más tiempo en el poder desde 1945 y (de hecho) dominó la escena política hasta el final de sus días. Fue cruzado principal de la llamada "antipolítica". Fue precedente de Trump y de todos los populistas actuales, esos bribones expertos en la manipulación de las masas. Sedujo a los italianos hartos de la política convencional, repleta de cohechos, corrupción y clientelismo, pero como el típico remedio peor a la enfermedad. Los italianos no procuraron honradez ni eficacia en su búsqueda para encontrar a alguien diferente para dirigir al país. Nunca tuvieron motivo para creer en la integridad de Berlusconi, un personaje corrupto y de una vulgaridad excepcional, pero exitoso en la vida.
Fue percibido como una "bocanada de aire fresco" para una nación para entonces harta de jefes de Gobierno tan parecidos unos a los otros, de De Gasperi y Andreotti, miembros todos de un círculo elitista de centroizquierda y derecha: eficaces, venales y capaces de aburrir hasta a las ostras. Silvio Berlusconi, con su aspecto de guiñol de sí mismo, pagliaccio itinerante, estrambótico estruendoso, inculto y de un inveterado mal gusto, hacía sentir a todos los italianos mucho más en "democracia". Por eso es el precursor de la ola populista actual. Con él los italianos se sentían cómodos, porque en su show cotidiano se reflejaban en un espejo donde se veían todos. Ese es, precisamente, el secreto de los populistas: rompen el tedio de la política tradicional, insultan constantemente a sus rivales, apelan a eslóganes sencillos y pegajosos y hacen chistes más o menos subidos de tono. Sus gafes son parte de su atractivo. El desprecio jactancioso hacia la corrección política les ha permitido construir personajes corrientes capaces de "conectar" con la gente, especialmente con el electorado menos formado.
Desde el final de la Segunda Guerra Mundial Italia ha sido un "laboratorio" de la ciencia política. Larry Diamond estudió su peculiar transición a la democracia. Giovanni Sartori bautizó el sistema de partidos italiano como "pluralismo extremo polarizado" debido a la presencia, entre otros elementos, de partidos antisistema como el Partido Comunista Italiano o el Movimiento Social Italiano. Pululan los analistas de la caída de los grandes partidos tradicionales, del proceso Mani Pulite, del surgimiento de la antipolítica y del desfile de formaciones estrafalarias como la Forza Italia de Berlusconi, la xenófoba y ex separatista Liga de Matteo Salvini, el movimiento Cinque Stelle del humorista-agitador Beppe Grillo y de los Fratelli d´Italia de la primera ministra Giorgia Meloni.
Con el advenimiento de la antipolítica y de entronización del populismo Italia no ha dejado de prefigurar involuciones hoy pauta general para las democracias occidentales. Sucedió, primero, con la tendencia de los partidos a ejercer una hegemonía sobre el Estado y la sociedad civil (la "partitocracia"), después vino la degeneración de los tradicionales partidos de masas, la personalización de la política llevada hasta el extremo con Forza Italia y Berlusconi, la desaparición de las ideologías como zonas de anclaje de la cultura política y la poderosa presencia del discurso antipolítico entendido como crítica de la clase gobernante profesional. La de Berlusconi y la de tantos demagogos y populistas actuales no es una antipolítica de rechazo de la política (y al Estado) en sentido pleno, como en las tradiciones libertarias y anarquistas, sino es mero repudio a las élites dirigentes y a los partidos e ideologías con un discurso simplificador, siempre polarizador, cuya futilidad cumple una función paradójica: dar la sensación a la gente de "esto sí se entiende" porque posee la claridad ausente muchas veces en el debate y la operación democrática.
Pedro Arturo Aguirre
Publicado en la columna Hombres Fuertes y El Economista
14 junio 2013
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