La polarización es la fractura de las sociedades en detrimento de la pluralidad democrática y la cancelación de la política como el arte del consenso. Tiene sus principales bases teóricas en la crítica al parlamentarismo de Carl Schmitt y en teoría de la hegemonía gramsciana e irreductiblemente conduce al autoritarismo. El demagogo se dirige siempre a las vísceras de la gente, excita pulsiones, prejuicios y deseos elementales. Rehúye en todo momento a la racionalización, siempre se dirige a la masa vulnerable y a las emociones. El demócrata procura tratar a los ciudadanos como sujetos intelectual y moralmente autónomos. Pero, por otro lado, limitarse a contraponer de manera rígida pasión y razón, o retórica y lógica es asaz arbitrario. Las neurociencias han destacado la contribución de la esfera emocional incluso para el funcionamiento mismo de la razón. Es imposible, e incluso indeseable, pretender depurar a la política de cualquier recurso simbólico, identitario o de "irracionalidad". Además, los demagogos no vienen de la nada. La fragilidad institucional es una condición para su éxito. El desprestigio de una clase política incapaz de procesar las demandas populares provoca un desencanto del cual necesariamente deviene la búsqueda de culpables, en el "blanco y negro" lo cual, aunque sea efectivo en el ámbito de lo emocional no deja de ser un falso dilema desde el punto de vista de la racionalidad.
Aristóteles lo dijo: "el demagogo dice al pueblo aquello que el pueblo quiere oír; el pueblo quiere oír aquello que dice el demagogo". Todo un círculo vicioso, fundamento de una narrativa bordada con elementos del "sentido común". Cuando señalan a la clase política tradicional como "corrupta" no hacen otra cosa sino confirmar las certezas de la "sabiduría popular". La fuerza del discurso demagógico reside en los estereotipos y los lugares comunes, forma una retórica funcional en consonancia con esquemas (prejuicios, resentimientos) enraizados. Alrededor de ello se construye la polarización, el maniqueísmo de "buenos contra malos", la "homogeneización de lo heterogéneo". Es decir: los falsos dilemas.
La clave primordial para entender la lógica del populismo latinoamericano y la naturaleza de sus verdaderos parentescos ideológicos la presenta el pensamiento de Carl Schmitt, jurista alemán rabiosamente antiliberal cuya tesis se puede reducirse a un solo precepto: la política sólo es posible en tanto se logre identificar a "el enemigo público". Un año antes del ascenso de Hitler al poder, Schmitt escribió su ensayo más famoso, El Concepto de lo Político, donde escribió frases como: "La diferenciación específicamente política es la diferenciación entre el amigo y el enemigo…Los conceptos de amigo y enemigo deben tomarse en su sentido concreto y existencial; no como metáforas o símbolos... Como sucede con la palabra "enemigo", la palabra "combate" debe ser entendida aquí en su originalidad primitiva esencial". El contraste nosotros-ellos es un elemento cohesionador y al mismo tiempo contribuye a distinguirnos del otro. Además, de acuerdo con su teoría, reconocer al enemigo involucra asumir un proyecto político generador de un sentimiento de pertenencia. El poder real se descubre en la situación de excepción, según quién conserve la capacidad de decisión. A su entender, el liberalismo ha intentado diluir al enemigo convirtiéndolo en un mero "competidor" un "adversario", en el mejor de los casos. Para él, el liberalismo es malo porque pretende desterrar el concepto de enemigo (y todo lo implícito en ello) y "debilita las bases mismas de la sociedad política".
Schmitt habla en sus escritos de la eternidad del Estado, oponiéndola a la fugacidad de los partidos. Siguiendo a Maquiavelo dice: "En el plano moral elegimos entre lo bueno y lo malo; en estética, entre lo feo y lo bello; en economía, entre lo inútil y lo productivo. Pero en política, no se parte de una elección, sino de un antagonismo. Política es una faena que cohesiona voluntades contra un rival. Y ello no se trata de meras discrepancias de opiniones. La política brota cuando el conflicto con el otro no puede resolverse a través de normas preestablecidas". Pretendía asegurar la autonomía y la preeminencia de la política y de la llamada (por él) "decisión política soberana" por sobre el descomunal avance de la lógica racionalista del liberalismo. Sí, lo "racional", la mala costumbre de pensar y de anteponer el cerebro a las vísceras tan odiada los populistas y totalitarios de todas las épocas y lugares. La política, desde el punto de vista irracional schmitteriano no es otra cosa que la capacidad histórica de realizar la distinción amigo-enemigo. A esa capacidad le nombra "decisión", directa hija de la "voluntad", y la decisión es "política en estado puro", sin contaminaciones éticas, económicas o de cualquier otra índole.
Esta teoría del "enemigo identificado" fue una de las principales bases de sustentación ideológica del fascismo y lo es hoy del populismo. La obra de Carl Schmitt ha recibido interpretaciones múltiples y a veces contradictorias (ambivalencia promovida, en buena medida, por un semi arrepentido Schmitt después de la guerra, debe decirse). Muchos años después de la derrota del nazismo y de su aparente ruina intelectual sus escritos fueron revalorizados por personajes como Jacques Derrida, Ernesto Laclau y Chantal Mouffé, estos últimos ideólogos de cabecera de los Kirchner en Argentina, cuyos discípulos están presentes en muchos de los gobiernos populistas latinoamericanos actuales, entre ellos en el de la 4T. Eso ayuda a entender porque el discurso de AMLO es tan confrontativo y belicoso y porque su índole esencial es el ataque constante con sus diversas variantes tácticas: la sorpresa, la elección del terreno de lucha, la abierta calumnia, las medias verdades, las llanas mentiras, la arbitraria ocupación de espacios oficiales y el uso malicioso y parcial de la información. Armado con esas flechas, el Peje envenena el ámbito de la política y la estrategia pretende desembocar en la incapacidad articular consensos entre nosotros, aunque sea básicos, y en la imposibilidad de definir confluencias y continuidades. Ese veneno obliga a la oposición a ejecutar una operación casi imposible de lograr: frenar y desarticular la belicosidad pejista sin mimetizarse con ella ni contribuir a reproducirla.
Pedro Arturo Aguirre
Publicado en Etcétera
31 dic 2022
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