Esta semana se llevan a cabo en el Congreso de Estados Unidos las audiencias sobre la insurrección efectuada del 6 de enero de 2021 en el capitolio las cuales, si todo va como debe ir, podrían cambiar el rumbo de la historia al comprobarse la culpabilidad de Trump en una conspiración criminal para revertir el resultado de las elecciones de 2020. La comisión investigadora está utilizando miles de pruebas, testimonios clave y documentos para mostrar las conexiones entre los extremistas con el expresidente y su círculo más cercano. Las audiencias irán sobre ruedas porque el líder de la minoría republicana en la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy, cometió el error (¿error?) de negarse a permitir a los miembros de su partido participar en ellas, por tanto nadie defenderá al ex presidente ni interferirá en el buen desarrollo de las mismas.
A través de un documento judicial presentado la semana pasada los investigadores señalan dos posibles delitos: conspiración para defraudar a Estados Unidos (definido como confabularse para derrocar, destituir o destruir por la fuerza el gobierno de Estados Unidos u oponerse por la fuerza a la autoridad del mismo) y obstrucción a un proceso oficial del Congreso. Las pruebas presentadas hasta hoy son suficientes para sustentar una intromisión donde Trump se sabía limpiamente derrotado en las urnas y pese a ello intentó utilizar al vicepresidente para manipular los resultados a su favor. Y si bien el comité no puede presentar cargos criminales, sí tiene previsto divulgar un informe sobre su investigación, el cual podría dar pie al Departamento de Justicia para evaluar posibles acciones criminales. Asimismo, la comisión se propone utilizar las audiencias para subrayar la amenaza continua contra la democracia representada por este narcisista maligno, quien promovió el mayor ataque la democracia en la historia estadounidense con un burdo intento de golpe de Estado.
Pero quizá sea arar en el mar pretender hacer conciencia en un país polarizado donde los medios de comunicación están fragmentados y una mayoría de los electores republicanos aun cree en las patrañas de Trump. Si la democracia quiere sobrevivir debe de castigarse a este aspirante a autócrata. Dependerá del fiscal general, Merrick B. Garland, seguir el caso por la vía judicial ante un gran jurado y en un tribunal de justicia. Pero no basta con ello. Todo este proceso no debe concluir con presentar la insurrección del 6 de enero solo como una "aberración" y a Trump como una especie de siniestro intruso en el "Jardín del Edén" de la democracia estadounidense. Debe iniciarse una reflexión a fondo de como este intento de golpe de Estado es la culminación de una prolongada crisis de las formas democráticas en Estados Unidos. ¿Podrá cumplir esta ingente labor la esclerótica élite política estadounidense?
Pedro Arturo Aguirre
Publicado en la columna
Hombres Fuertes 15 junio 2022
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