Viktor Orbán ganó un cuarto mandato consecutivo como primer ministro de Hungría. Aplastó en las urnas a un bloque de oposición de seis partidos. Conservará con este resultado la súper mayoría parlamentaria de dos tercios con la cual su partido ha sido capaz de erigir todo un nuevo sistema de gobierno durante los últimos doce años, fundado con una clarísima intención hegemónica. Orbán lo llama Sistema de la Cooperación Nacional y es un ejemplo claro del corporativismo al cual recurren los populistas de todo el mundo. Es una mezcla de asistencialismo clientelar, capacidad de control político territorial, servicios sociales eventualmente utilizados como chantaje, antiinmigracionismo y la explotación de un discurso ferozmente nacionalista en un país supuesta víctima de agravios históricos. Completan el cuadro postulados claramente homófobos e islamófobos.
En Hungría actualmente una tercera parte de la población vive en una condición de dependencia del Estado. Por ejemplo, los jubilados constituyen tres de los ocho millones de electores en Hungría. Orbán ha mantenido las pensiones siempre indexadas con el índice inflacionario para que no pierdan valor. Pero no solo son los dependientes. Una nueva burguesía húngara lucra con las inversiones públicas dependientes, en gran medida, de los fondos europeos. Hablamos de decenas de miles de personas principales beneficiarias de los programas para la compra de vivienda y de la exención fiscal para las familias numerosas.
A este heterogéneo clientelismo se suma el desmantelamiento institucional. La división de poderes es cada vez más frágil, el control de los medios de comunicación alcanza casi un 90 por ciento, las universidades están cada vez más amordazadas y el sistema electoral dejó de ser imparcial. Las elecciones húngaras no ofrecen igualdad de condiciones a los partidos de oposición. Se caracterizan por su falta de transparencia y por el descontrol en la financiación de la omnipresente campaña de del partido gobernante. En esta elección, por ejemplo, la oposición tuvo apenas dos mil vallas publicitarias, frente a las veinte mil del partido gobernante. También ONG's denunciaron compra de votos y acarreos ilegales de electores.
Otro de los factores en el abultado triunfo de Orban fue la desinformación en torno la guerra de Ucrania. El premier jugó con el miedo al acusar a la oposición de querer arrastrar a Hungría al conflicto y, así, provocar el corte del suministro de gas ruso. También se hizo eco de teorías de la conspiración sobre una supuesta injerencia de Kiev para derrocarlo. Esta campaña de desinformación lo ha proyectado como el protector del pueblo húngaro. Todo esto ha llevado a los observadores de la Organización y Seguridad en Europa a concluir "una evidente ausencia de equilibrio en el proceso electoral y una cobertura informativa sesgada en beneficio del partido en el poder".
Pedro Arturo Aguirre
Publicado en la columna Hombres Fuertes
6 de abril de 2022
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