Las dudas sobre la salud mental del presidente ruso abundan y ello no es fortuito. Hechos implacables invocan a la sospecha. No hay nada racional detrás de su absurda decisión de invadir Ucrania. Ninguna de sus casus belli es mínimamente plausible. Motiva a Putin ensoñaciones imperialistas e impulsos de orden mesiánico-místicos arraigados en la filosofía hipernacionalista de pensadores eslavófilos (Ilyin, Tiútchev, Soloviov). Vive su propia realidad, como le empieza a pasar a todos los megalómanos. Aunque para algunos politólogos expertos en "geopolítica" llamar a Putin loco es fútil. Debemos comprenderlo, nos dicen, como un fenómeno de la evolución de Rusia y de su sociedad. La nación estaba derrotada moral y económicamente. Putin aprovechó ese sentimiento siguiendo una lógica. Urge entenderlo, de lo contrario no discerniremos la causa de su enorme popularidad.
Cierto, Putin es reflejo de su sociedad, pero también es un hombre de pensamiento desfasado. Ve a Rusia como un gran Estado plurinacional e imperial en permanente conflicto con Occidente. Se cree el depositario del legado de la victoria de la URSS contra el nazismo. Menosprecia a los países menores y cree, sobre todo, en las relaciones de fuerza. Desde la invasión de Ucrania se ha encerrado en su visión fantasiosa del mundo donde Rusia combate a nazis apoyados por fuerzas extranjeras. Para él llegó el momento de la gran venganza contra Occidente. Sus discursos se han vuelto más obsesivos y paranoicos. "La política de contención contra Rusia aplicada en los siglos XVIII, XIX y XX se mantiene hoy. Siempre tratan de arrinconarnos", afirma.
También cree, inspirado en sus pensadores eslavófilos favoritos, en "la fuerza vital específica" de cada pueblo, una especie de "energía biocósmica extraída de los minerales, los seres vivos y la actividad del sol¨". Ha dicho: "Creo en esta teoría de la pasión. En la naturaleza como en la sociedad hay un desarrollo, apogeo y debilitamiento. Rusia aún no ha alcanzado su apogeo." Para él prevalece una ventaja esencial del noble y puro pueblo ruso sobre la decadente Europa occidental, aplastada bajo el peso de su vieja civilización y su liberalismo político, y sobre Estados Unidos, sumido en el espíritu de cálculo y afán material, Rusia estaría en pleno ascenso "civilizacional" y espiritual, según la filosofía eslavófila con la cual Putin ha creado un mosaico ideológico donde se añade un elemento religioso, incluso mesiánico. Rusia no habría olvidado sus raíces cristianas y tendría un papel salvador en la historia del mundo. Es el Mito de Moscú como la "tercera Roma" revivido. Así, obsesionado por este mesianismo, asilado por su temor al coronavirus, dueño del poder absoluto, Putin tomo la decisión de invadir Ucrania sin ni siquiera plantearse un plan B. Quizá todo esto no sea locura…¡pero cómo se le parece!
Pedro Arturo Aguirre
Publicado en la Columna Hombres Fuertes
4 mayo 2022
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