Hace cinco años el triunfo de Macron despertó muchas esperanzas en quienes mucho tememos por el futuro de la democracia liberal. El actual presidente francés encabezó durante su campaña electoral una "rebelión del centro" la cual frenó el ascenso de la extrema derecha con un movimiento nuevo -En Marche!- ajeno a los partidos políticos tradicionales pero también a las estridencias, demagogias y salidas en falso de los "hombres fuertes" del populismo. Hoy Macron enfrentará, una vez más, a Marine Le Pen en una reñida segunda vuelta y este simple hecho es para él un gran fracaso. La política francesa está fragmentada con tres fuerzas radicalizadas a la derecha, una amalgama sin rumbo en la izquierda y una pista central ocupada únicamente por En Marche! En Francia los partidos tradicionales apenas existen. Los Republicanos (ex gaullistas) y sus tradicionales rivales socialista sobreviven en la inanición.
Macron ha conseguido algunos éxitos importantes al frente del gobierno francés. Sus reformas laborales y regulatorias han llevado a un impresionante repunte en el empleo y la creación de nuevas empresas. Francia ha recuperado dinamismo económico. Aún así, según encuestas ocho de cada diez franceses consideran a su país en decadencia. Ello es porque en la revitalización de la política donde Macron se ha quedado corto. En las elecciones de 2017 superó a Marine Le Pen por dos a uno, las encuestas ahora lo ponen arriba con un estrecho margen de cinco puntos. En la primera vuelta, el 52 por ciento de los electores votaron por un candidato de la derecha nacionalista o de la izquierda anticapitalista. Es decir, cinco años de gobierno han erosionado el apoyo al centro liberal. No solo es culpa de Macron, desde luego, pero el presidente ha fallado en el estilo. Repele a millones de electores con su manera "jupiteriana" de ejercer la presidencia y sus modos de banquero de altos vuelos.
Macron también enfrenta el problema de los políticos responsables cuando se postulan contra populistas: su discurso es mortalmente aburrido, no emociona. Los demagogos son capaces de decir cualquier cosa con tal de conmover a sus electores, más ahora cuando los temas para esta elección son la seguridad, la inmigración y la crisis identitaria, por encima de la integración europea o incluso la pandemia. ¿Cómo ofrecer soluciones plausibles y a mismo tiempo emocionar al electorado? Esa es uno de los grandes dilemas de nuestras renqueantes democracias, pero pasa por saber desterrar resabios elitistas. También Macron ha personalizado demasiado su presidencia y mostrado descuido por las instituciones. Tampoco ha hecho gran cosa por reforzar a En Marche!, y con los socialistas y ex gaullistas desvanecidos, en Francia prevalece la arriesgada disputa de un presidente "jupiteriano" contra una cacofonía de extremistas de izquierda y derecha.
Pedro Arturo Aguirre
Publicado en la columna Hombres Fuertes
13 abril 2022
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