Xi Jinping tiene un año complicado: el coronavirus ha vuelto en ciertas regiones de China, la economía se ralentiza y la guerra de Ucrania esta resultando ser un desastre para todo el mundo, Pekín incluido. La guerra es grave para China porque a esta potencia le gusta presentarse como un gigante amante de la paz y su postura de pseudoneutralidad prorrusa no está ayudando a mejorar su imagen. Para algunos analistas y diplomáticos la apuesta de China era un rápido triunfo de la fuerza bruta rusa, ahora solo le queda ofrecerse a reconstruir las ciudades ucranianas destruidas una vez terminada la guerra y, así, con su peso económico hacer olvidar su indiferencia actual ante tanta barbarie.
A Xi de ninguna manera le conviene la humillación de Putin. Ello lo dejaría en una posición comprometida. Menos de un mes antes de la invasión, los dictadores chino y ruso firmaron una declaración conjunta según la cual "la amistad entre los dos Estados no tiene límites" y expresaban su oposición a cualquier nueva ampliación de la OTAN y a la creación de alianzas promovidas por los estadounidenses en Asia. Además, describían a sus respectivos sistemas políticos como "democracias auténticas" y calificó los esfuerzos por promover la versión occidental como una grave amenaza para la paz mundial. Pero ahora el pésimo desempeño del ejército ruso ha complicado mucho las cosas. 2022 es un año delicado para X porque en Octubre espera obtener un tercer mandato como presidente de China y no se puede permitir el lujo de ser visto respaldando a un perdedor. Desde esta perspectiva haber emitido la declaración conjunta de asociación "sin límites" con Moscú fue posiblemente el mayor error en la política exterior de XI en sus casi diez años de gobierno porque amenaza socavar la reputación de China y ha provocado renovadas preocupaciones sobre sus ambiciones globales.
Xi no tiene deseo alguno de compartir responsabilidad en las atrocidades de la guerra de Putin, por muy "mejor amigo" que sea. Pero tampoco ha sido capaz de asumir el papel de mediador. Teme otorgarle a Estados Unidos cualquier ventaja o triunfo. Por otra parte, Xi ve en la guerra un gran beneficio político interno al fomentar sentimientos nacionalistas Los funcionarios chinos han alimentado la retórica antiestadounidense y respaldan las afirmaciones de Putin según las cuales Ucrania es una marioneta de Occidente infestada de nazis. Los medios de comunicación oficiales describen a Rusia como víctima. La televisión estatal y el Ministerio de Asuntos Exteriores repiten y amplifican la desinformación rusa. A final de cuentas, el salvajismo de Putin puede resultar incómodo para China, pero una conclusión humillante de la invasión para Rusia sería aún menos bien recibida porque permitiría Estados Unidos y Occidente salir reivindicados.
Pedro Arturo Aguirre
Publicado en la columna Hombres Fuertes
30 marzo 2022
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