Terminada la farsa de la consulta dizque para enjuiciar a los expresidentes, AMLO ya dio inicio al nuevo show y arrancó su campaña rumbo al voto de revocación de mandato que, supuestamente, habrá de celebrarse el próximo mes de marzo, y digo "supuestamente" porque ni siquiera existe aun una ley reglamentaria de esta elección e incluso hay dudas serias sobre su constitucionalidad. En efecto, al haber sido aprobada la reforma constitucional que incluyó a esta figura de democracia directa en el texto de la Carta Magna ya una vez iniciado el mandato de López Obrador, sus efectos no pueden tener retroactividad y, por lo tanto, no afectan al actual presidente. "No me importa la retroactividad, es un asunto político, no legal. Si gana que me vaya, me voy ", Se apresuró a alardear nuestro Peje en el rijoso estilo que caracteriza a sus entrañables mañaneras, ignorando olímpicamente (otra vez) al régimen constitucional. Ha llegado la hora de enseñarle al presidente que acatar lo que dice la ley no es opcional y no está sujeto al voluntarismo de nadie. AMLO protestó cumplir y hacer cumplir con la Constitución y debemos tratar de forzarlo a respetar ese juramento. Por otro, lado, esta votación de revocación de mandato es una artimaña en la que no debemos caer. La megalomanía de AMLO le hace creer que todo gira alrededor de su amable personita, por eso el insoportable espectáculo de todas las mañanas y esas indómitas ansias de estar en eterna campaña. Hablémosle claro al presidente. Digámosle: "Señor, póngase de una buena vez a gobernar, déjese de distractores y espectáculos, olvídese de culpar al pasado, destierre a la demagogia, ya no busque chivos expiatorios, deje la grilla a un lado, renuncie a pretextos y gobierne porque sus resultados hasta el momento son bastante magros".
AMLO quiere ver a su oposición enzarzada en una campaña de revocación porque sabe que él tiene pocas posibilidades de perder. ¿Quién encabezaría el voto para que se vaya? El trío PRI-PAN-PRD está más desprestigiado de lo que pueda estar el presidente y organizaciones como Frena tienen una imagen demasiado radicalizada. Por otro lado, el voto pro AMLO, ahora que la figura presidencial está en juego, tendría una gran motivación para ser movilizada, por no hablar de que contaría a su favor con los ingentes recursos del Estado. En efecto, sé que la tentación de tratar de echar a un gobernante tan ineficiente es colosal, pero siempre es mejor no dejarse llevar por las vísceras y atender los llamados del sentido común y la inteligencia. Más útil para la democracia y para el sistema constitucional sería hacer que la oposición demandara a la Suprema Corte de Justicia pronunciarse sobre la inconstitucionalidad de esta votación y, como es muy probable, si se niega ha hacerlo denunciar la revocación de mandato como un ejercicio narcisista diseñado para reafirmar la figura del caudillo y entretener a los ciudadanos para hacerlos olvidar los problemas más graves del país. Lo ideal sería llamar a la abstención y dejar solos con su circo a López Obrador y a sus recalcitrantes, como sucedió en la pasada consulta. Por otra parte, como el revocatorio solo puede realizarse por iniciativa ciudadana, sería divertido ver a los pejistas hacer campaña de firmas para efectuar una votación formalmente diseñada para considerar el despido de su adorado líder. Y hagamos campaña, sí, pero para exigir al presidente atender sus obligaciones como jefe de Estado, que para eso fue electo por una abrumadora mayoría de ciudadanos.
No es que sean negativas per se las formas de democracia directa, pero debe tenerse mucho cuidado a la hora de aplicarlas y no trivializarlas para (como pretende AMLO en México) incentivar expectativas puramente electoralistas. Asimismo, debe decirse que bajo otras circunstancias la revocación puede ser usada por las oposiciones para generar crisis de gobernabilidad en un país donde (como suele suceder) un presidente no haya sido electo por una mayoría absoluta. Cierto que el régimen presidencial adolece de muchos defectos y el principal es la inflexibilidad de los mandatos del jefe de Estado. No es como en los países parlamentarios, donde un gobierno puede ser sustituido en cualquier momento por un voto de censura. En lo personal prefiero a los sistemas parlamentarios, pero ya que funcionamos con uno presidencial debemos señalar los peligros de la revocación de mandato. La rigidez ocasionada por el período fijo del Ejecutivo impide el reemplazo anticipado de un presidente con graves dificultades para gobernar, pero también es susceptible a promover expectativas electoralistas anticipadas, lo cual genera inestabilidad e ingobernabilidad, inhibe a los gobernantes a asumir decisiones difíciles o impopulares (pero necesarias) y obliga al presidente a estar en eterna campaña, cosa que a los populistas y demagogos de todo el mundo les fascina, pero no a los gobernantes serios que trabajan para tratar de resolver problemas. No en balde la revocación del mandato presidencial ha sido aprobada solo en países que han sido gobernados por populistas: Bolivia, Ecuador, Venezuela y ahora México. Ello, porque desde el punto de vista de los gobernantes la revocatoria de mandato puede ser utilizado como un mecanismo de apoyo plebiscitario a su gestión y así, con el abuso demagógico desde el poder de un mecanismo en principio diseñado como una herramienta de control ciudadano hacia sus presidentes, resulta lo contrario porque cuando el revocatorio no da como resultado destituir al jefe de Estado sino que este permanezca en su puesto se refuerza su poder en detrimento del resto de las instituciones democráticas y de los contrapesos. Ya sucedió con Chávez en Venezuela, que no suceda en México.
Pedro Arturo Aguirre
Publicado en Etcétera
7 agosto 2021
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