A pesar de haber terminado su mandato como jefe máximo del partido Comunista cubano, Raúl Castro seguirá siendo el hombre fuerte de Cuba hasta el día de su muerte. Singular ha sido la carrera política de Raúl. Cuando el Che abandonó la isla el hermano menor de Fidel se erigió en la segunda figura política con el encargo de organizar los aparatos militar y de inteligencia. También se desempeñó como guardián de la ortodoxia comunista. Sin embargo, irónicamente, cuando le tocó reemplazar a su hermano de manera inesperada bajo su mando Cuba inició una apertura económica, aunque fragmentaria y tímida. Le tocó el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con Estados Unidos y luego enfrentar la embestida de Donald Trump. Decidió hace tres años designar a Miguel Díaz-Canel como su sucesor y responsable de mantener al castrismo ya sin el peso tutelar de sus fundadores. Hoy Raúl se despide (formalmente) de la dirección del partido comunista con Cuba en medio de una enorme crisis económica y ante el lento florecimiento de un nuevo tipo de disidencia, no asociada al anticastrismo cerril y más acoplada a nuevas expresiones globales y activismos culturales.
Díaz-Canel parece, a todas luces, un dirigente "a modo": el típico "yes man" gris y poco carismático capaz de ascender los escalafones del poder en un régimen totalitario donde brillar demasiado es muy peligroso. No es un destacado revolucionario, ni general del ejército, ni descendiente de alguna figura del gobierno. Carece de bases de poder propias. Raúl lo nombra porque lo considera una pieza clave en la "normalización" del régimen comunista, ávido ahora menos de un "líder máximo" y más de un gestor administrativo encargado de equilibrar fuerzas e intereses en un contexto de continuidad. Por eso la vieja guardia hizo aprobar una reforma de la Constitución perpetuando el régimen unipartidista guiado "por las ideas de Marx, Engels y Lenin".
Pero dicho régimen está lejos de normalizarse. Los cubanos están cansados de la escasez y la falta de libertades. El país importa más del 80% de lo que consume. El PIB cubano se desplomó un 11% en 2020 a causa de la pandemia, las ineficiencias internas y el recrudecimiento del embargo de Estados Unidos y una nueva disidencia crece gracias al internet. Activistas, artistas e intelectuales mantienen una intensa actividad en redes en un país donde el derecho a manifestarse públicamente está muy restringido. Evoluciona paulatinamente una nueva cultura social y política. Díaz-Canel, quien se ha dicho favorable a emprender un tipo de "gradualismo", deberá enfrentar esta situación, pero la defensa de la ortodoxia de poco le servirá para salir adelante. Cierto, hay algunas señales de reforma en la economía, pero el gradualismo a la cubana esta resultando ser demasiado lento y el tiempo apremia.
Pedro Arturo Aguirre
Publicado en la columna Hombres Fuertes
21 de abril de 2021
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