La insatisfacción de los ciudadanos con los partidos políticos se generaliza en todo el mundo y éstos, perdida la brújula, encaran el ingente reto de reinventarse.
La viabilidad misma de la denominada "democracia representativa" está en entredicho.
El problema de la representación no es tan fácil de resolver. Las controversias sobre el tema llegan a ser interminables y las respuestas, esquivas.
El vertiginoso desarrollo de las sociedades contemporáneas dificulta las labores tradicionales partidistas: estructurar un pensamiento político colectivo, establecer cauces de diálogo, canalizar demandas ciudadanas y facilitar la participación política.
Muchos nuevos electores y grupos sociales no se sienten necesariamente identificados con los partidos tradicionales, por eso prefieren opciones de la llamada "antipolítica", optan por "el canto de las sirenas" del personalismo autoritario o, simplemente, se abstienen.
Democracias meramente formales se corrompieron y fracasaron en resolver los problemas reales y cotidianos de la gente. En la mayoría de los casos, los países donde hoy se experimenta un resurgimiento del autoritarismo fueron democracias efímeras con partidos políticos transformados en maquinarias electorales más pragmáticas y bien organizadas como estructuras, pero poco identificadas con puntales filosóficos básicos y cada vez más alejados de los electores a quienes debían representar.
Sistemas de partidos, en general, de baja calidad, conformados por organizaciones sin proyecto y ni audacia, restringidos únicamente a la tarea de renovar élites y elencos, lo cual propició una pérdida de credibilidad en las instituciones y una devaluación generalizada de la política.
México de ninguna manera es ajeno a esta gran crisis. Hoy el país ve peligrar su régimen democrático con el gobierno de un presidente dueño de una clara vocación autoritaria y un partido que pretende restaurar un sistema de partido hegemónico.
Ante estas circunstancias, urge que los partidos y las organizaciones que actualmente aspiran a serlo inicien un trabajo serio y a fondo de análisis y autocrítica para entender las causas de esta enorme insatisfacción ciudadana con sus instituciones de representación política e iniciar el diseño de un modelo de partido más acorde con las necesidades de la ciudadanía mexicana en el siglo XXI.
En este contexto, surge la plataforma política Futuro XXI, con la aspiración de construir una organización política superior, una fuerza opositora relevante y una alternativa electoral y de gobierno siempre de cara a los ciudadanos.
Pero para que Futuro XXI tenga éxito en la tarea de conformar una alternativa política genuina, útil para el país y realmente representativa, y evite ser instrumento de reciclaje de figuras políticas gastadas y desprestigiadas, o botín de unos cuantos dirigentes de limitadas miras, debe cumplir los siguientes requisitos:
1.- Articularse como una organización democrática, ciudadana, flexible, con postulados políticos orientados hacia el liberalismo progresista y la socialdemocracia moderna, pero sin incurrir en sectarismos o dogmatismos ideológicos.
2.- Definirse como "democrática" y "ciudadana" tanto por sus objetivos como por sus métodos de acción. Por ello, para quienes participan en este esfuerzo el primer paso es reconocer, con humildad, que no tienen las respuestas a todas las preguntas y, por tanto, deben organizar foros donde participen especialistas y ciudadanos interesados en expresar sus ideas y propuestas de cómo se puede construir un partido moderno y de cómo se puede mejorar la calidad de representación política. Estos foros podrán ser físicos y también se realizarían, de manera permanente, por la vía digital.
3.- Edificar una institución abierta y flexible, pero que cuente con identitarios programáticos claros y cuya organización le permita cumplir con sus objetivos de forma eficaz. Para ello, es imprescindible dotarse de reglas de organización trasparentes, democráticas y precisas.
4.- Reconocer que una de las principales causas de la crisis de los partidos reside en que muchas veces se convierten en botín a repartirse entre los dirigentes y las corrientes que lo conforman. Debe privilegiar siempre su principal responsabilidad de representar a los ciudadanos que confían en él. Entender de manera rigurosa, que un partido es un medio y no un fin en sí mismo.
5.- Contar con cláusulas de discriminación positiva para garantizar la inclusión de mujeres y de jóvenes (hasta los 30 años) en sus cargos directivos y en sus candidaturas a puestos de elección popular por lo menos en un 50%.
6.- Entender que otra de las causas de la crisis actual de representatividad de los partidos es el excesos de burocratización. Por ello, debe construir una organización ágil, eficiente y desburocratizada en la mayor medida posible.
7.- Otro de los dilemas por la que los partidos atraviesan actualmente es la escasa transparencia que muchas veces se percibe en la obtención y manejo de los recursos que se obtienen tanto de forma pública como privada. Futuro XXI tiene la obligación de mejorar los mecanismos de fiscalización, ofrecer siempre cuentas transparentes y ser muy cuidadoso en lo que concierne a las formas en las que se obtienen recursos de campaña.
8.- Rechazar la obsoleta forma de concebir a los partidos como instituciones "jerarquizadas". Por mucho tiempo se consideró que los partidos eran una especie de "ejércitos" para los cuales era imprescindible una estructura férrea y una incuestionable disciplina si es que querían salir victoriosos de la "guerra democrática". Recuérdese, por ejemplo, la célebre ley de hierro de la oligarquía enunciada por Robert Michels: "quien dice organización, dice tendencia a la oligarquía" y la descripción de Max Weber de los partidos, a los que definió como "cuerpos que luchan por el poder marcados por la tendencia a dotarse de una estructura marcadamente dominante".
Pero esos conceptos hoy son obsoletos. Para sobrevivir al siglo XXI, los partidos deben transformarse para dejar de ser los andamiajes rígidos y burocratizados descritos por Michels, Ostrogorski y Weber, y convertirse en organismos dinámicos y flexibles, evitar la burocratización, estar atentos, en todo momento a atender sus obligaciones como cauces de representación ciudadana y saber actualizar sus programas y propuestas.
9.- Deplorar la trivialización de la política a la que ha dado lugar la excesiva influencia de los medios en las campaña, y denunciar la extrema personalización de la política provocada por la antidemocrática proliferación de "caudillos" que se apropian del liderazgo político en las sociedades actuales. La degradación actual de los partidos en mucho se debe al crecimiento de la importancia de la figura personal de los candidatos en detrimento de los programas e ideologías, así como el carácter cada vez más comercial de las campañas electorales. Este problema es el más difícil de resolver, pero de las ideas, prácticas y formas que se aporten para revertir estas peligrosas tendencias dependerá, en buen grado, el futuro de la democracia representativa.
10.- Garantizar una representación ciudadana lo más efectiva posible. Para ello puede aprovechar los medios digitales e impulsar liderazgos ciudadanos reales y sustantivos.
11.- Mantener un compromiso explícito con la democracia, las libertades políticas, los derechos humanos, los derechos sociales, los derechos de propiedad, el libre comercio, el Estado de derecho, las instituciones autónomas, la equidad de género, la protección del medio ambiente, la lucha contra la discriminación, el Estado laico, la promoción de la inclusión social para todos y un régimen fiscal moderno y equitativo.
12.- Defender vigorosamente el principio de que los derechos son de las personas, de los individuos y no de los colectivos o las comunidades.
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