A Eloy Garza González, "Sol de Apodaca"
Fue gracias a mi querido amigo y compadre don Eloy Garza González (conocido como “El Sol de Apodaca”) que me interesé, en primer término por la vida del Conde Duque de Olivares, valido del rey Felipe IV, que en el siglo XVII quiso emprender una gran reforma del Imperio Español para impedir lo que ya empezaba a ser su desgraciado y, como el tiempo no tardaría en demostrarlo, irremediable declive. Eloy escribió y publicó un muy interesante ensayo comparado en el que abordaba a la personalidad del Conde Duque, una de las más interesantes de su tiempo, y analizaba las reformas emprendidas por él (o que intentó emprender) a la luz de la realidad mexicana de finales del siglo XX. Hace poco conseguí y devoré la biografía comparada escrita por el principal biógrafo de Olivares, en donde se compara la vida política del valido con la del gran cardenal Richelieu, el principal consejero, la eminencia gris del reino de Francia durante la mayor parte del reinado de Luis XIII. Se trata de una obra genial en la que compara el paulatino éxito alcanzado del reino de Francia bajo la mano sabia de Richelieu hasta el fin de la guerra de 30 años y la firma de paz de Westphalia, donde se consagraría como la principal potencia europea, con la acelerada decadencia que padeció España (muy a pesar suyo, hay que decirlo) bajo la batuta del Conde Duque de Olivares, dejaría tristemente el poder tras la defección al reino español de Portugal y luego del sanguinario aplastamiento de la rebelión de Cataluña.
Cuenta la introducción del libro que en 1950 John H. Elliott, era un estudiante de historia en Cambridge que decidió realizar un viaje por España con unos amigos. No hablaba español, y tanto él como el viejo Land Rover en el que viajaban ignoraban el rumbo definitivo de aquella expedición. Las visitas al Museo del Prado, "especialmente a las salas de Velázquez, produjeron en mí una fuerte impresión. No sabría explicarlo, pero el retrato del conde duque de Olivares me intrigó hasta el punto que decidí conocer todo del personaje". En 1952 se doctoró con un estudio acerca del "poseedor de la mirada más torva que pintó Velázquez" y en 1953 estaba en Simancas ampliando estudios. A finales de los años setenta publicó su extraordinaria biografía del Conde-Duque y un lustro después la biografía comparada donde le coteja con el célebre cardenal.
Otra estupenda obra de vidas paralelas que retrata un águila en ascenso con un león en su ocaso. Olivares fue el primer gran reformista de la historia española, y por esa razón su estudio es tan interesante. Sus ideas reformistas fueron recuperadas posteriormente, en el siglo XVIII. Claro que al mismo tiempo que el espíritu reformista comenzó la resistencia, por parte de la burocracia y las oligarquías.
Eliot destaca en ambos personajes la mezcla de caracteres que aparecen en sus respectivas personalidades. De Olivares dice que trataba muy bien a los íntimos, aunque les hacía trabajar, y al mismo tiempo podía ser violento y cruel. Es famosa la frase que le arrojó al ministro Biedma: "Usted no es una hormiga, ni tan siquiera media hormiga". La permanencia en el poder fue haciendo crecer su arrogancia y su aislamiento progresivo de la realidad del país, aunque siempre estuvo consciente de la decadencia del país (él utilizaba la palabra declinación) pero tenía un optimismo inconsciente de poder evitarla. Sus ideas oscilaban entre el optimismo y el fatalismo.
Conocía bien los cambios que se producían en el resto de Europa, y esto era para él un acicate. Pero acabó decepcionando a todos: Cortes castellanas, municipalidades... Perdió el apoyo de la gente que pudo estar con él. Éste es el camino que cualquier reformista corre el riesgo de recorrer. Quiso utilizar a Quevedo, porque el poeta pensó en un principio que sería el salvador de España, aunque después se desencantara. Fue el gran mecenas de Velázquez, tuvo a Alonso Cano como su pintor personal y el poeta Rioja fue su bibliotecario.
Su contrafigura histórica fue el cardenal Richelieu. Como en el caso de Disraeli y Gladstone, se trata de la historia de una enemistad. Richelieu se puso como primera obligación rebajar el poder de España, desde la guerra de Mantua en 1629. El enfrentamiento era inevitable.
En plena crisis institucional, con una monarquía desacreditada y unos reinos de España que habían perdido progresivamente la hegemonía en Europa, Olivares estableció un programa - Gran Memorial- para recuperar el poder del rey, fuertemente cuestionado, y el prestigio de la monarquía como institución. En definitiva se trataba de una reorganización de los recursos, que se consideraban mal gestionados, de tal manera que los gastos derivados de la acción política fueran sufragados igualmente por todos los territorios, y no sólo por Castilla, mediante la llamada Unión de Armas. En parecido sentido, se intentó reorganizar la Hacienda y dar así al gobierno una mayor capacidad de actuación y alcance ejecutivo, mediante la concentración de poder en la figura del valido.
Las reformas, obviamente no obstante, se enfrentaron a la oposición de cortes y ciudades, lo que hizo recurrir al endeudamiento para sufragar la guerra de Flandes, hasta el punto que en 1627 hubo de decretarse la bancarrota y la crisis hizo tocar fondo. Los sucesos de Mantua (1629) facultaron a Olivares para ejercer el poder de modo aun más autoritario e implantar su programa de reformas en los cinco años siguientes, si bien los resultados fueron nimios y hubo de abandonarse tras la ruptura con Francia. El desprestigio de su gobierno le hizo ser fuertemente cuestionado, al punto que en varias ocasiones estuvo a punto de ser depuesto, especialmente durante la enfermedad del monarca en 1627. Sólo su habilidad para desenvolverse en el ambiente cortesano le hizo aguantar en el sillón. Previa a su caía, la victoria de Fuenterrabia le proporcionó un último momento de gloria, si bien se realizó mediante recursos extraordinarios que ahondaron más si cabe en la crisis de la Hacienda real. Precisamente estos recursos provocaron el levantamiento catalán que a su vez posibilitó la separación de Portugal, hechos que resultaron letales para la carrera política del valido. En 1643 es destituido por Felipe IV, retirándose a Loeches y posteriormente a Toro y falleciendo en 1645
Por su parte, el desarrollo paralelo de Richelieu habría de conocer derroteros más brillantes. Perteneciente a una influyente familia aristocrática, fue uno de los inspiradores del absolutismo monárquico en Francia. Con poco más de veinte años sucedió a su hermano Alphonse en el obispado de Luçon. En el contexto de las luchas religiosas entre católicos y protestantes y de las intrigas de ambos bandos en los estamentos próximos al poder, pronto se significó como un ambicioso y hábil político. Elegido diputado del clero ante los Estados Generales en 1614, trabajó con el partido eclesiástico y se convirtió en uno de los principales consejeros de María de Medicis, esposa del asesinado Enrique (el de "París bien vale una misa”) y regente de su hijo uis XIII. Concini, consejero de la reina, lo nombró secretario de Estadoara la Guerra, y como tal formó parte del Consejo Real. Tras el asesinato de Concini, ordenado por Luis XIII a instancias de Albert de Luynes, siguió a la regente al destierro. Alzada ésta en armas contra su hijo, Richelieu logró hábilmente que ambos se reconciliaran y firmasen los tratados de Angulema en 1619 y de Angers al año siguiente. Merced a esta intervención recibió en 1622 el capelo cardenalicio. En abril de 1624 retornó al Consejo Real, del cual se convirtió en jefe meses más tarde. Desde ese momento y hasta su muerte arbitró la política francesa, consolidó la monarquía en detrimento de la nobleza y configuró los fundamentos del absolutismo. Reprimió así mismo a los campesinos y también a los hugonotes, cuando éstos recibieron apoyo de Inglaterra.
Jamás se dejó arrastrar por pasiones o creencias personales. Su única ideología fue la Razón de Estado (raison de etat) La complejidad y las aparentes contradicciones presidieron toda su actuación al frente de los asuntos de Estado. Así, no dudó en aliarse con los protestantes o apoyarlos, como en el conflicto de la Valtelina o en la guerra de los Treinta Años, para asegurar la posición de Francia frente a los Habsburgo. Este enfrentamiento, convertido casi en obsesión, le indujo a intervenir en Italia y a intrigar entre los príncipes alemanes contra el emperador Fernando II; en España, apoyó los alzamientos de 1640: el de Cataluña, que le permitió anexionarse el Rosellón, y el de Portugal, que supuso la secesión de este reino respecto a la Corona española, y de pasada contribuyó decisivamente a la desgracia final de Olivares.
En resumen, la biografía paralela de Elliot es un estudio penetrante, escrito con un elegante estilo. Es un libro breve y de lectura placentera que orece al lector un panorama del siglo XVII desde una perspectiva muy interesante.
Gracias querido Pedro "Astro rutilante de la mañana mexiquense" por hacer referencia al libro sobre el Conde Duque que me permití escibir bajo los auspicios de tu fundación. Honrar honra, asi que honradamente agradezco tu buena onda. En otro momento añadiré a tus siempre acertados comentarios algunas acotaciones humildes como son todas las mías. Por lo pronto recibe mis parabienes y el regocijo de saber que el Conde Duque cuenta ya en tí con un fan de tan radiante calidad intelectual como lo es tu persona.
Un abrazo mi Pedro...
Publicado por: Eloy Garza | 24/06/08 en 0:01