
Pero la novela tiene más lecturas, ya que el principal protagonista -el 'agente secreto'- es un vendedor de pornografía del Soho que se infiltra en el grupo terrorista por encargo del Gobierno ruso para fomentar algo así como una 'guerra sucia', mientras que la Policía británica tampoco sale muy bien parada.
La obra de Conrad parte de un hecho real, el atentado en 1894 contra el Real Observatorio de Greenwich, cercano a Londres, por donde pasa el meridiano de latitud cero que sirve de referencia para la medición horaria, un sitio simbólico del orden y la civilización .
Verloc, el protagonista, es un vulgar espía pagado por el Gobierno ruso, atemorizado por los rumores de revolución que corren por Moscú. Como en Londres se refugian cientos de exiliados revolucionarios, la embajada rusa en la capital británica prepara un atentado que meta miedo a los ingleses y a su «absurdo» y «sentimental apego por la libertad individual», según dice el diplomático Mr. Vladímir.
En su casa de Brett Street, en el Soho, Verlac reúne a los anarquistas que quiere instrumentalizar para cometer el atentado. Los reunidos son por general charlatanes de labia airada pero miedosos para actuar, 'idealistas' muy atentos a su bolsillo, mientras que el dogmatismo fanático toma forma en la figura del Profesor. Con él concluye Verloc que lo mejor será utilizar para el atentado al cuñado de éste, un discapacitado mental que llora cuando ve castigar a los caballos y al que le explota la bomba convirtiéndole en pedazos.
Polaco de nacimiento, Conrad llegó a ser el más inglés de los ingleses, afirma Mann en un prólogo que escribió para la obra. Según el autor de 'La montaña mágica', el libro de Conrad es una «sátira henchida de orgullo por la libertad y la civilización» del país que había adoptado como suyo.
Cuando el autor tenía cuatro años, su padre fue arrestado por las autoridades rusas que dominaban Polonia por sus supuestas actividades revolucionarias. Confinaron a la familia en un pueblo situado a 400 kilómetros al norte de Moscú. La madre de Conrad murió de una pulmonía en aquella fría región y su padre se transformó en un ser amargado.
Como dice Mann, Conrad odiaba a los rusos (como todos los polacos) y ello explica que los verdaderos autores del atentado en su novela sean las autoridades de Moscú, no los anarquistas, pese al demoledor retrato que hace de ellos. El único personaje positivo es Winnie Verloc, la mujer del 'agente secreto', que se suicida cuando descubre que su marido ha utilizado a su querido hermano para poner la bomba.
El origen del terrorismo estaba para Conrad en la visión maniquea de 'buenos' y 'malos', considerados ambos en términos absolutos. No le gustaban los absolutismos. Prefería la libertad. El profesor, que merodeaba por Londres con una bomba pegada al cuerpo, y soñaba con una banda de "hombres sin escrúpulos, sin piedad para nada en la Tierra, ni para ellos mismos, dispuestos a morir por el bien de la humanidad", prefigura la psicología destructiva, a veces suicida, del terrorista. Edward Said ya había dicho sobre la novela de Conrad que, «con una visión de futuro impresionante, en 1907, el autor dibujó el arquetipo del terrorista» como un nihilista carente de compasión y por tanto de moral.
Pero la enorme paradoja es que las intenciones apocalípticas del profesor se ven abortadas por las indecisiones de unos tibios y la torpeza de un idiota. En México, la obvia inexperiencia de El Pipen (quien, seguramente, no leyó la novela de Conrad) h a dejado en entredicho la legendaria eficacia del narco mexicano.
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